Cabo Touriñán: descubre el último atardecer de la Europa Continental
El Cabo Touriñán marca el punto más occidental de Galicia y de la España Peninsular. Todos los años, durante aproximadamente un mes al inicio de la primavera y otro mes al final del verano, este es el lugar de Europa donde se pone el último sol de la Europa continental, el finis solis.
Es por ello por lo que acercarse en los días adecuados a este pequeño entrante de tierra que se mete en el Atlántico es todo un espectáculo para los sentidos. Hoy te contamos todo sobre este lugar tan mágico.
Cabo Touriñán: el lugar donde se despide el sol
El Cabo Touriñán es una península cuyo istmo se encuentra entre los coídos de Cuño y Balal. Todo el litoral de la zona se caracteriza por su agreste morfología en la que abundan escarpados acantilados que hacen honor a la oscura fama de estas costas. Nos encontramos en el ayuntamiento coruñés de Muxía, en medio y medio de la Costa da Morte donde el viento y el mar llevan azotando estas piedras y acantilados de gran desnivel desde el principio de los tiempos.
Al Cabo Touriñán se puede llegar a pie desde la propia villa de Muxía, en un bello trayecto que discurre por la costa por el conocido como Roteiro abentiano. También existe la opción de hacer el denominado Camiño dos Faros, una vibrante y dura ruta de senderismo que conecta Malpica y Finisterre a lo largo de 200 kilómetros.
Ya sea haciendo una ruta de senderismo o viviendo la experiencia de nuestra excursión guiada a Finisterre desde Santiago, las vistas desde Touriñán son inmejorables y están marcadas siempre por el poderoso e inmenso azul del Atlántico. Rodeando el cabo a través del sendero es posible disfrutar de una panorámica excepcional de la zona de Gaivoteira y a Laxe de Buxeirados, un conjunto de vertiginosos acantilados que caen al mar desde más de 300 metros de altura. Acantilados que en el pasado eran realmente peligrosos siendo testigos de varios naufragios registrados de forma oficial.
Aquí en Cabo Touriñán existen dos faros. La construcción del viejo faro hoy oxidado y semiabandonado no estaba prevista, pero fueron precisamente los graves naufragios ocurridos en la zona a finales del siglo XIX los que motivaron su construcción y urgente inauguración el 15 de diciembre de 1898. Situada a 50 metros sobre el nivel del mar, esta simple construcción cuadrada pintada de blanco con una pequeña torre aprovechó la óptica del viejo Faro Vilán. Esta linterna compuesta por una modesta lámpara de parafina producía un haz luminoso que llegaba a alrededor de 10 millas de distancia.
El nuevo faro comenzó a funcionar casi un siglo después, en 1981. Es una torre de bastante menor interés arquitectónico que la anterior ya que únicamente está formada por un cilindro de hormigón de 3 metros de diámetro y 11 de altura. La torre se encuentra coronada por la linterna cuyo haz de luz se proyecta a una altura de 61 metros sobre el nivel del mar.
Si bien el primer faro se construyó para avisar sobre estos peligrosos acantilados, hubo varias embarcaciones que encallaron o se fueron a pique frente a este trozo de litoral. Fue el caso del barco germano Madeleine Reig que partió por la mitad al navío gallego Ocho Hermanos en 1935. Curiosamente, casi 30 años más tarde, el mismo Madeleine Reig se hundió casi en el mismo lugar.
Tras estos naufragios fueron varios los sucesos en la zona hasta el relativamente reciente hundimiento del Panchito, un pesquero de la cercana localidad de Laxe en el 2000. Afortunadamente en la mayoría de estas tragedias a casi todos los náufragos sanos y salvos.

Pero no sólo de naufragios y accidentes marítimos se alimenta la leyenda del Cabo Touriñán. Por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial varias embarcaciones fueron hundidas por torpedos alemanes. Fue el caso del vapor noruego Caracas destruído por un U-Boot del Káiser en 1917. La misma suerte corrieron el luso Maria Alice, el francés Meguellan o el también noruego Baldwin.
Pero indudablemente, una de las historias más curiosas sobre el Cabo Touriñán versa sobre Francisco Benlloch Buigues, un marino valenciano llegó a la zona en 1898 junto con su familia para trabajar en el recién inaugurado faro. En este duro rincón de la Costa da Morte el matrimonio crió a sus 5 hijos viviendo prácticamente de lo que daban tanto el mar como la tierra.
El propio Benlloch fue el que salvó la vida de la tripulación de un barco británico guiándolo hasta el cercano islote de O Castelo. También durante la Primera Guerra Mundial se dedicó a socorrer a los ocupantes de los navíos aliados atacados por los submarinos alemanes. Este hombre de mar se retiró en Muxía falleciendo finalmente en 1928, pero su apellido quedó como legado en buena parte de la Costa da Morte. Desde luego, el mejor homenaje póstumo que tanto se merecía su valiosa labor al frente del faro del Cabo Touriñán.